La Rioja en Sabores


Principalmente se destacan las comidas “de olla”, sabores fuertes, aromáticos, con profundos y variados ingredientes, sin ser ajenas a las del resto del noroeste argentino, aunque cada zona, les imprima su particularidad. Dentro de las comidas que resaltan el arte culinario riojano, se destacan:
- El “locro”, comida compuesta por granos de distinta clase, destacándose el maíz ó el trigo. En ambos casos, su cocción va acompañada con porotos, carne vacuna u otra, panceta, chorizo colorado, zapallo, cebolla y se sirve con una especie de salsa basada en grasa o aceite, pimentón, azafrán y otros condimentos.
- la “humita en chala”. Se trata de zapallo rallado, choclo rallado, todo condimentado y envuelto en la chala del choclo y luego hervido en caldo. Su preparación es de artesanal laboriosidad.
- las “empanadas riojanas”, pequeño pastel relleno de carne, papas, cebolla, cebolla verde, pimentón, comino y algunos otros elementos que hacen al secreto de cada preparación. Pueden ser fritas o al horno, en algunos casos, con pasas o aceitunas.

También la singular geografía, permite la cría del ganado caprino, consiguiéndose, no lejos de Chilecito, cabritos de buena calidad. Se abre así, al paladar del turista, un amplio abanico de posibilidades. Desde el tradicional “cabrito asado” a la famosa “chanfaina” –especie de guiso a base de menudos de cabrito-; pasando por el estofado “charque o charqui” y otras recetas que hacen al tradicional menú lugareño. Otro plato de excepcional sabor, es la “buseca”, cuyos ingredientes son la panza del cabrito y sus entrañas.

Existen numerosos puestos que aprovechan la leche de cabra para producir “quesos” y “quesillos”, ideales para acompañar el mate de la tarde con hierbas aromáticas –poleo, inca yuyo, hierba larca, etc.- con un buen pan casero con “chicharrones”, “tortilla a las brasas”, “tortilla al rescoldo” o “raspaditas”.

La amplia tradición alimentaria, esconde recetas de variada gama y diversos orígenes, siendo popular el asado, la parrillada, la cabeza guateada o enterrada, el puchero, las pastas, el cerdo, las cazuelas, el frangollo de trigo y otras.

Aunque en la actualidad, hayan cambiado mucho los hábitos alimentarios, ya sea por la costumbre o por la poca disponibilidad de tiempo, existen muchas comidas tradicionales, que hasta no hace mucho, eran frecuentes. La gran mayoría de ellas, era basándose en ingredientes locales, que se conseguían en la huerta de la propia casa. Así como ejemplo está el “mote”, similar al locro, pero el maíz es pelado con ceniza, grano por grano; el “zanco refregado”, pequeñas bolitas de harina y salmuera, que luego adquieren una consistencia de puré o zanco, acompañado por una salsa de charqui trozado, bien condimentada. Era muy popular la “ropa vieja” hecha a partir de los ingredientes del puchero, todos bien trozados y servidos como ensalada. De estas costumbres quedaron también, bebidas como la “añapa”, la “aloja”, la “chicha”, todas ellas, de indiscutible raíz aborigen. Aún se consigue legítimo vino patero, grapa, anisado, aguardiente, bebidas espirituosas, hechas con diversos procedimientos de fermentación y destilación del mosto de la uva.

Existe una gran influencia española e italiana, pero al confluir factores como una importante cantidad de descendientes de árabes y la existencia de materias primas necesarias, los “niños envueltos en hojas de parra”, el “kebbe o keppi” y otras comidas orientales forman parte importante del hábito culinario local.

Los sabores, la diversidad de suelos y cultivos y las recetas ancestrales, han dejado una huella en las costumbres. Es así, como esta rara amalgama, adquiere carácter en los llamados productos regionales. Serán la delicia, nueces, pasas de uva, pasas de higo, dulces de zapallo, callota, membrillo, pelones, orejones, fruta de estación como uva en fresco, durazno, melón, sandía. También los artesanos dan origen a distintos bombones de nuez, higo y otros, empanadillas dulces –de cayota o pelón-, alfajores, roscas dulces. De la vieja cocina, rescatamos postres como la mazamorra, el arrope, “zambumba” y tabletas.

Pero donde toma dimensión el aroma de la tierra, se agiganta y dimensiona, es en el vino. Producto de la fruta de la vid, que en este suelo, encontró el perfecto asidero para multiplicarse en cantidad y calidad. De allí a los famosos varietales frutados, caso del “torrontés riojano”, queda un solo paso: saborearlos y disfrutarlos.

Es muy posible que, para paladear algunas de estas deliciosas comidas, el turista deba recorrer algunos lugares, pero cuando lo logre, comprenderá el espíritu del paisaje, hecho aroma y sabores.
No deja de ser una excelente opción, pasar revista a los restaurantes, que, además de ofrecer comidas típicas, poseen una vasta carta de especialidades, como pastas caseras, omelettes, lomo con distintas guarniciones, minutas y cantidad de pizzerías, lomiterías, confiterías y cafés.
La elección, puede ser también, comer un tradicional asado a orillas de un río, en un camping o cerca de la montaña, donde el individual sabor lo pondrá el aroma a yuyos, el paisaje y la brisa riojana, en compañía siempre, de exclusivos vinos y la amabilidad de la gente.